CON LAS MEJORES INTENCIONES SE OBTIENEN LA MAYORÍA DE LAS VECES LOS PEORES EFECTOS. OSCAR WILDE

Esta frase puede resultarnos, quizás, un poco desconcertante, pero si la contextualizamos dentro de los pensamientos «molestos», dudas o  preocupaciones que a veces nos atormentan en el día a día puede ir adquiriendo sentido.

¿Te ha pasado alguna vez que ha aparecido en tu mente una imagen, una duda o pensamiento molesto o perturbador? ¿Qué sueles hacer en esos casos?

La mayoría de las personas ponen en práctica lo que podemos llamar una estrategia ansiolítica (ahí está «la mejor intención»). A veces, para hacer frente estos pensamientos tendemos a controlarlos, luchar contra ellos, tratar de darles respuesta y amasarlos como si fueran plastilina con la intención de que este intento de control funcione precisamente como un ansiolítico.

«Pensar sobre ello y tratar de tenerlo todo bajo control hará que pare y, por ende, que yo me tranquilice.»

Ahora bien, en muchas ocasiones nos encontramos con un efecto paradójico y contrario.

Lejos de conseguir el objetivo de ser un tranquilizador, echar esos pensamientos por la puerta (la mejor intención) hace que vuelvan a entrar por la ventana (el peor efecto).

¿Te has visto alguna vez en esta situación?

Javier Rodriguez Caro. Psicólogo del Centro de Psicología Dra. Aurora Gardeta