La manera en la que gestionamos nuestras emociones es el fruto de un engranaje entre todo un recorrido de vida, de experiencias y relaciones que van configurando nuestra personalidad y que se expresa en la forma de vivir nuestra propia historia. La psicoterapia ayuda a saber qué aspectos de uno mismo o de las relaciones con los otros, que hasta el momento podían haber sido ignorados o encubiertos, contribuyen a generar dificultades. Llegada la edad adulta aun seguimos configurándonos, cuestionándonos, revisando lo que hemos vivido, lo que tenemos y lo que nos falta por conseguir. Precisamente la experiencia y madurez que acompaña al adulto le pone frente a su realidad de una manera más consciente y crítica, pero sobre todo, más reflexiva, donde la nostalgia del pasado o los anhelos futuros se hacen presentes.

El miedo a fracasar, la angustia, las expectativas que los demás tienen de nosotros, la necesidad de establecer relaciones duraderas que nos acompañen, el temor a decepcionar, o el sentimiento de soledad, aparecen con frecuencia en este momento de la vida que nos pertenece invariablemente.

“Podemos encontrar maneras para vivir mejor de hoy en adelante”