Hoy quiero contarte un cuento para pensar.

Érase una vez un curioso explorador que decidió adentrarse en la selva amazónica con la única compañía de su mochila. A su paso iba descubriendo excepcionales paisajes, robustos tajibos, llamativas liliáceas acuáticas, coloridos tucanes. Pero su apacible ruta se vio irrumpida por la llegada de un tigre hambriento de sangre. El hombre aterrorizado empezó a correr despavoridamente, sin que pudiera hacer nada más que huir para salvarse. El depredador le pisaba los talones heridos por las piedras, rasgados por los troncos, resbalándose entre el musgo de la tierra aún mojada por la lluvia. Siguió corriendo y corriendo a sabiendas de que el furioso animal no tardaría en darle caza.

Cuando estaba a punto de alcanzarle, vio un inmenso precipicio que desembocaba en la linde de un arroyo. Sin pensarlo unos segundos, se agarró a la raíz de una liana para saltar al otro lado donde un león le esperaba.  El hombre, miraba tembloroso arriba al tigre que formaba parte de su pasado y asustado hacia abajo al león que le esperaba en su futuro más inmediato.

Mientras se mantenía suspendido en el aire sujeto a la frágil liana, dos ratones, uno blanco y otro negro, empezaron a roerla cual dos ingratos inconvenientes para conseguir el objetivo de salvar la vida.

A pesar de que el pánico seguía apoderándose de él, pudo ver que al alcance de su mano había una jugosa fresa en ese mismo instante del presente que le pertenecía. Dejando a un lado el tigre de su pasado y olvidándose del león de su futuro, sin dudarlo se la llevó a la boca y tras morderla pensó: ¡que fresa más sabrosa!

A todos los pacientes que aprendieron a saborear sus  fresas.

Inspirado en cuento los tigres y la fresa sabrosa del libro “Nada sagrado, textos Zen” de Todtmann Carsten.

Psicólogos en Cáceres. Dra Aurora Gardeta Gómez. Terapia online y presencial.