Tengo 40 años y llevo 15 escuchando voces. La primera vez  fue cuando me echaron del trabajo que me había conseguido mi hermana a través de un conocido. Estaba viendo la televisión y la periodista del telediario me dijo: tranquilo, no te preocupes. No saben lo que se pierden. Encontrarás empleo pronto.

Miré a mi madre estupefacto y le pregunté cómo era posible que esa presentadora supiera lo que me estaba pasando, ¡cómo era posible que me hablase a mí!.  Afortunadamente tengo buenos reflejos y esquivé a tiempo la mano retráctil que se dirigía directa a mi nuca, acompañada de una buena dosis de improperios: no digas tonterías bocachancla, a ti no te ha hablado nadie zoquete, deja de holgazanear y busca otro trabajo que es lo que tienes que hacer, cenutrio.

En ese momento pensé que como ella es un poco dura de oído no la había escuchado, pero me equivoqué: eso fue solo el principio de las cosas sorprendentes que empezaron a pasarme a partir de entonces.

Me visitaban duendes por la noche para enseñarme otros planos astrales, las hormigas se comunicaban conmigo a través de sus antenas, conocí a muchas personalidades importantes como a Humphrey Bogart que vino a aconsejarme técnicas de seducción para usarlas con mi vecina Matilde, y lo más alucinante de todo: empecé a tener telepatía.

Podía escuchar todo lo que la gente pensaba sin que hiciera falta hablar. Eso no siempre me divertía porque es un poco cansado cuando estás rodeado de gente y no paran de pensar. Pero bueno, me sirvió para hacer contactos e incluso llegaron a ofrecerme ser presidente del gobierno, aunque a mí eso de la política nunca me ha convencido porque creo que en el fondo están todos locos.

Mi madre no paraba de insistirme en que tenía que ir al médico y la verdad es que tanta vida social me tenía agotado, así que accedí a ir. Cuando me mandaron medicación, todos mis amigos desaparecieron y dejé de escuchar voces. Me sentía solo y aturdido, me costaba pensar. Consulté a otro profesional, y luego a otro, y después a otro…y por fin encontré a uno que me entendió.

Me bajó la medicación (casi a los niveles de efecto placebo, como él decía), y volvieron mis amigos, la telepatía y las aventuras. Y en vez de llamarme como otros profesionales (que si esquizofrénico, que si paranoico, que si  psicótico) me llamó como yo me había definido: simple y llanamente el escuchador de voces con telepatía.

Con el tiempo he descubierto que siempre que alguien o algo me habla es para ayudarme a afrontar una dificultad de la misma forma que yo me habría dicho a mí mismo, como si la voz saliera de mi cabeza. Y he aprendido que como los demás no lo entienden (excepto mi psiquiatra y mi madre), mantengo el secreto para que no se asusten,  ignoro las voces cuando tengo que trabajar, y a Matilde, con la que llevo ya dos felices años, nunca le revelaré que fue el propio Humphrey Bogart en persona quien que me ayudó a conseguirla.

A mis queridos locos cuerdos