Cuando hablamos de adicciones tendemos a pensar en el abuso del alcohol, pastillas, cannabis u otro tipo de drogas. Sin embargo el abanico se extiende no solo al consumo de sustancias sino también a la dependencia de comportamientos que se convierten en repetitivos y necesarios para la persona.
Es aquí donde la lista se despliega: adicción al sexo, a la pornografía, adicción al juego, a las compras, al móvil, pero también desde una perspectiva más amplia encontramos otras como la adicción a rituales cotidianos (el orden, la limpieza) adicción al trabajo, al amor (o más conocido como dependencia emocional), incluso adicción a la preocupación.
En realidad no se trata de distintas adicciones sino de diferentes formas de manifestarse. Aunque las estrategias para el tratamiento de cada una de ellas incluyen variantes, todas comparten un territorio común: la obsesión.
Y con ello nos estamos refiriendo a pensamientos automáticos que nos asaltan más allá de nuestra decisión consciente y que nos instan a pensar que aquello de lo que dependemos es imprescindible para nuestro bienestar, ya sea una persona, un comportamiento o una sustancia. De ahí que sea frecuente encontrar la coexistencia entre varios tipos de adicción en la misma persona siguiendo la fórmula base:
1) “necesito de …(mi pareja, mi droga, mis compras, mi orden escrupuloso)
2) para sentirme bien
3) Y sino lo hago (sino consumo, sino juego, sino apuesto, sino como siempre a la misma hora)
4) la angustia se dispara.
En común tienen la rigidez, constancia y repetición del consumo, como defensa frente a la incomodidad siendo causa y consecuencia a la vez. Es decir, consumen porque se sienten mal pero se sienten mal porque consumen, generando un círculo vicioso que se retroalimenta donde emoción y comportamiento son dos vías de doble dirección.
A pesar de que la abstinencia en el contacto con la droga de cada quien es el temido enemigo del adicto, la buena noticia es que no funciona como una línea ascendente y continua, sino como una campana de gauss.
Cuanto más tiempo pasa desde que tuvo lugar el consumo (cuanto más tiempo pasa la persona sin fumar, comprar, sin beber o estar con el ser amado…) más caen los niveles de la adicción en sangre (en sentido literal en el caso de las drogas y figurado en el terreno del comportamiento) y por tanto más fuerte es la necesidad de consumir.
Pero a partir de un momento determinado la curva de la ansiedad se estabiliza y si la abstinencia se mantiene, la angustia desciende hasta desaparecer.
Ahí comienza el primer paso del avance, ahí se inicia un nuevo capítulo en el que no hay adicto sin droga ni dependencia sin consumo.
Dra. Aurora Gardeta. Tratamiento psicológico de adiciones. Terapia online y presencial en Cáceres.
Centro colaborador de adictalia
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