Durante mucho tiempo hemos pensado que el atractivo era una cuestión de atributos físicos, un conjunto de rasgos más o menos armónicos que dan como resultado la química entre dos personas. Y aunque si es cierto que necesitamos esa atracción física y la ponderamos sobre todo en los momentos iniciales, hay otros aspectos que se ponen en juego y que si no están presentes el deseo se agota, se consume o ni si quiera aparece.
Uno de ellos, que funciona como un potente activador de la atracción es la SONRISA, con todo lo que implica: gustamos, conectamos, entramos en la mente del otro a través de la vitalidad, de la alegría que expresa nuestro rostro y nuestro cuerpo. Pero no porque seamos más o menos guapos, sino porque mandamos el mensaje de que “aquí vas a encontrar un lugar amable en el que estar o quedarte”. Y demás de transmitir agrado implícitamente le decimos al otro: “tú también me agradas”, lo que a su vez refuerza el ego del interlocutor fundamental para despertar el deseo. No hay un inhibidor mayor del erotismo que la inseguridad y hacer que la otra persona sienta que es un invitado deseado, ahuyenta los miedos.
Pero no debemos confundir el mensaje: “quiero que te quedes” con el de “necesito que te quedes”, que nos haría pasar de la seductora invitación al anti-afrodisíaco por excelencia: NADIE SE EXCITA CON ALGUIEN QUE LE NECESITA.
Las personas con capacidad de ser independientes, aquellas que tienen su vida llena de cosas, personas, intereses e inquietudes, resultan más atractivas que aquellas que “lo dejan todo” para estar con su amante. Más aún cuando el elemento del misterio ya no está presente para funcionar como aliciente.
En la medida que una relación se consolida el factor novedad ya no es agente auxiliar del erotismo y la solución no es cambiar de pareja cuando estamos en terreno conocido. De lo que se trata entonces es de cambiar la perspectiva.
La atracción solo tiene lugar en el espacio que se cuela entre dos elementos, en el movimiento de acercamiento al otro, así que la condición sine qua non es ver a la pareja desde UNA DISTANCIA CONFORTABLE: ver al otro haciendo su trabajo, en una conferencia, bailando con otra persona, verle brillar, lejos, verle autosuficiente, abre paso al deseo.
Cualquiera puede gustar, cualquiera puede atraer de manera momentánea pero las leyes de la seducción y el erotismo donde se inserta el deseo van más allá de un físico. Se experimentan en la distancia adecuada, en el mensaje que mandamos con nuestro cuerpo, en la capacidad para ser autónomos y sobre todo en el proyecto fundamental: cuando elegimos disfrutar la vida.
Psicóloga en Cáceres. Dra Aurora Gardeta Gómez. Terapia individual y de pareja.
Deja tu comentario