Seguramente alguna vez se han cruzado con una de esas personas que parece robarles la energía: agotan, deprimen, cansan, incomodan y hastían a los que están a su alrededor, lo que  ha terminado adquiriendo el término de vampiros emocionales.

Estos vampiros pueden ser identificados por una serie de características comunes que cumplen un prototipo de personalidad concreto. Sus rasgos se definen por:

La negatividad: se trata de personas capaces de ver el lado pesimista hasta la más alentadora de las noticias. Su discurso está plagado de quejas, inconvenientes, apelaciones a la mala suerte, y en algunos casos una crítica desmedida hacia todo y todos.

Suelen presentar lo que llamamos rasgos narcisistas de la personalidad, esto es, acaparadores natos de la atención que lideran los encuentros grupales en torno a su discurso victimista.

Son los pacientes sin cita que aprovechan cualquier situación social para desplegar sus desgracias, capaces de tener a sus amigos escuchándolos durante horas sin la más mínima consideración ni reciprocidad: ellos hablan y hablan, pero si alguien se atreve a contarle sus vivencias, tardarán poco tiempo en revertir la conversación para ponerse como ejemplo de aflicción, o peor aún, para convencerle de que no ha contemplado la posibilidad de las catástrofes que le pueden suceder.

Uno de los riesgos de aquellos que sufren a los vampiros, es precisamente terminar adquiriendo los temores o visión que continuamente exponen. Y no se le ocurra llevarles la contraria porque otra de sus virtudes es la tenacidad: insisten en su peculiar visión de las cosas sin aceptar que hay otras interpretaciones posibles.

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.