Una forma de categorizar los tipos de sufrimiento al que nos enfrentamos los seres humanos es teniendo en cuenta la distinción entre el plano de lo real y el plano de lo simbólico. En base a ello se podrían plantear por un lado el sufrimiento objetivo,  el inevitable,  LO QUE OCURRE; aquel que llega sin pedir permiso y que no depende de nosotros: una enfermedad, una muerte, una dificultad económica, una ruptura sentimental… los dolores podíamos decir “universales”, a los que nadie escapa y a todos afecta. Aquí poco podemos hacer más que sostener nuestras emociones y tratar de tolerarlas de la mejor manera posible.

Pero por otro lado tenemos el sufrimiento subjetivo, la interpretación que le damos a las cosas que nos suceden, LO QUE CREEMOS QUE OCURRE, donde aparecen los tan crueles Y SI… (y si la analítica sale mal, y si mi pareja me engaña, y si me echan del trabajo, y si tengo un accidente de tráfico…), donde el factor de mayor impacto lo tiene la anticipación. Y aquí si somos responsables del sufrimiento porque lo elegimos nosotros. Este sufrimiento nos lo podemos ahorrar, no tenemos por qué vivirlo si nos forzamos a reconducir nuestro pensamiento. Y digo forzamos porque en la mayoría de los casos no sale solo.

La anticipación de algo indeseado que todavía no ha ocurrido es la trampa maestra sobre la que hay que intervenir: por mucho que lo anticipemos, en caso de que esa situación se diese la sufriríamos igualmente, sin embargo barruntándola sufrimos 2 veces: cuando pasa (si es que pasa) y antes de que pase.

Y es que al final lo que verdaderamente cuenta (o así tendría que ser) es lo que tenemos delante (objetivo) y no lo que creemos que podemos tener delante (subjetivo).

Mi paciente “A” vive angustiada frente a la posibilidad de que su pareja no la quiera lo suficiente. Nunca sabrá cuánto le quiere ni podrá cuantificarlo y compararlo con su amor hacia él pero pasa gran parte de su tiempo recabando datos que le ayuden a estimarlo y  mientras lo hace, deja de disfrutar su relación y vive preocupada.  Ella está más centrada en el problema subjetivo, en su estimación de lo que sucede en vez de en lo que siente cada día cuando está con él. ¿Sería útil esa certeza si por mucho que  supiera que le ama, él se comportase de forma fría y distante cuando están juntos? O al contrario, ¿si su trato fuese tan afectuoso y considerado que aun no queriéndola la hiciese sentir la mujer más especial de la faz de la tierra?

Mi paciente “B” teme contraer una enfermedad grave aunque hasta el momento está completamente sano. Si le diagnosticasen algo no sufriría mucho más de lo que ya lo hace porque no es la enfermedad, no es el dato objetivo, es la vivencia personal. Me pregunto ¿y si tuviera alguna enfermedad pero ésta fuera asintomática? O al contrario, ¿y si no tuviera enfermedad pero estuviera lleno de dolores? Algo muy parecido a lo que le pasó a otra persona que está en el polo contrario: le diagnostican un cáncer pero no sufrió con la noticia porque no le dolía nada, seguía haciendo su vida normal aunque se sometiera a un tratamiento. Solo empezó a sufrir cuando de hecho supera el cáncer tras las secuelas de una quimio que si limitó su vida.  No sufrió del cáncer, sino de lo que vino después de él.

La experiencia parece enseñarnos que no importa tanto la exactitud del conocimiento (¿me quiere mi pareja? ¿tengo una enfermedad?) si no la evidencia que se manifiesta sin buscarla (¿me siento querida?, ¿tengo dolor?) y esa no hace falta reflexionarla, darle vueltas, simplemente se ve.

Psicóloga en Cáceres. Aurora Gardeta. Terapia online y presencial.