Es muy probable que se haya sorprendido muchas veces anticipándose a un problema que puede darse… o no. Seguramente su cerebro racional sabe perfectamente que lo único que va a conseguir es PREOCUPARSE. Entonces ¿por qué nos adelantamos a los problemas que aún no han llegado?
Empezamos por desmontar la primera trampa que tiene lugar: la falacia de la preparación. Creemos de manera ilusoria que anticiparnos a las dificultades nos ayuda a prepararnos para afrontarlas. Sin embargo, si una situación dolorosa aparece, el dolor es inevitable. Por más que la elaboremos previamente, todo lo que vamos a conseguir es sufrirla doblemente: una vez cuando sucede y otra vez cuando la imaginamos. Parecería lógico entonces que puestos a elegir solo la sufriéramos cuando corresponda y no antes.
Pero aquí viene la segunda trampa, la falacia del control, y es que inconscientemente pensamos que dándole vueltas estamos ejerciendo algún tipo de control frente a la situación. Elaborando planes de acción, posibles respuestas, etc., cuando si resulta que el acontecimiento que nos preocupa tiene que darse nada va a cambiar por mucho que lo barruntemos.
Es más, la inmensa mayoría de las veces sufrimos mucho más en el pensamiento que en la propia realidad porque nos encontramos con la tercera trampa de la fantasía: en ella imaginamos una gran cantidad de escenarios posibles, mientras que la realidad, lo que termina sucediendo, solo es una de todas las opciones. Nuestros recursos mentales resuelven, aceptan y asumen mucho mejor una opción (la que tiene lugar) que cincuenta (que elucubra el pensamiento).
Y por último y no menos importante es la falacia del círculo, esto es: pensamos, anticipamos bajo la ilusión de concluir (cerrar) una solución como si fuera un círculo con inicio y fin. Sin embargo esa posibilidad solo existe de nuevo en el plano de lo real puesto que la imaginación es infinita y se comporta como una línea continua y serpenteante. Cuando parece que hemos resuelto un miedo, aparece otro, y tras este otro y así se encadenan los pensamientos en una espiral que nunca acaba.
No se dejen engañar. El objetivo no es no pensar puesto que los pensamientos no precisan de permiso para entrar en nuestra mente, pero de nosotros depende el dejarles la puerta de salida abierta o cerrada para que se queden o pasen por delante sin pena ni gloria.
Psicóloga Cáceres. Aurora Gardeta. Terapia presencial y online.
Deja tu comentario