El verano llegó y con él las rupturas sentimentales. Según los datos aportados por el Instituto de Política Familiar, en estas fechas se concentran 1 de cada 3 separaciones, y la estadística se dispara al finalizarlas.

A pesar de que el periodo estival sea el más crítico, las relaciones que finalizan en esta época ya venían sosteniendo los mismos problemas que terminan siendo la razón del desenlace final. Por el contrario, las parejas con una relación sólida se afianzan durante este tiempo por las oportunidades de una mayor comunicación y contacto.

Por tanto, no es el verano el que provoca las rupturas sino las dificultades que en el día a día pasan desapercibidas y que en estos meses se hacen más presentes por 3 factores:

El primero y más evidente, el aumento de tiempo libre.  Aunque para algunos significa relax y oportunidades de hacer aquello que a uno le gusta, inevitablemente implica más contacto con el cónyuge, y a mayor contacto, si ya existen  desavenencias previas, mayor probabilidad de generar fricciones.

El segundo lugar tenemos el factor familiar: la conciliación de la vida personal y laboral (fundamentalmente para las parejas que tienen hijos pequeños) como un elemento de estrés unido a un mayor contacto con la familia política, resulta una combinación negativa para la salud de la relación.

Y por último el aumento de la infidelidad. Aunque hay expertos que hablan de que el calor activa las zonas cerebrales vinculadas a la búsqueda de emociones o que una mayor exposición del cuerpo puede aumentar las cotas del deseo, no existe una evidencia firme que lo avale.

Sin embargo según la sexóloga Mimmi Kass señala que son las opciones que ofrece el periodo vacacional de viajar fuera del entorno habitual y en ausencia de la pareja estable en la que resulta más fácil obviar los elementos de referencia las que más repercusión tienen.

Psicóloga en Cáceres. Terapia de pareja. Aurora Gardeta.