Desde hace muchos años, la psicología viene demostrando el poder de influencia de los padres sobre sus hijos en función de sus métodos de crianza. Aunque hoy sabemos que no todo el comportamiento infantil viene determinado por la educación de los padres, éstos tienen un papel muy importante en la configuración de la personalidad futura de sus hijos.

Realidad de la que ningún padre es ajeno: saben que son modelos a seguir para sus pequeños y tratan de comportarse de manera que puedan moldear a sus vástagos para conseguir algunos propósitos: que aprendan, que muestren habilidades, que sean inteligentes, y un largo etcétera de deseos que en algunos casos son el reflejo de las cosas que ellos mismos no pudieron conseguir.

Este prototipo sería el designado como padres carpinteros, es decir, aquellos que creen que su misión es la de darles forma a la madera (niños). Se los identifica porque suelen elegir las agendas de los niños: apuntarles a clase de tal o cual actividad, bajo la creencia de que es mejor para su desarrollo cuando en realidad responde a su propia preferencia.

Son esos padres que tienen la última palabra coartando la reflexión y decisión de los pequeños creyendo que ellos son los que mejor saben lo que les conviene.

En ocasiones utilizan patrones de sobre-protección tales que encapsulan a sus hijos para evitar que se enfrenten a peligros, restándole la capacidad para que generen sus propias defensas y volviéndolos inseguros.

Su anhelo por “construir piezas tan perfectas”, diseñadas al milímetro, sin ningún margen de error les lleva a la constante transmisión de normas, actitudes o creencias, consideradas tan imprescindibles que pierden de vista la importancia que el afecto y la comprensión tienen durante la crianza.

Pero hay otra forma de educar: los padres jardineros, esto es, aquellos que se preocupan por sembrar, regar, cuidar y dejar que la planta (niño) crezca. No se obsesionan por el control sino que dejan que sus hijos actúen, elijan, se equivoquen y rectifiquen por ellos mismos.

Su objetivo no es moldear a los niños para conseguir un prototipo sino generar un ambiente seguro en el que puedan expandirse.

Les conceden una libertad acompañada y validan sus preferencias a pesar de no estar de acuerdo con ellas, porque saben que esa es la manera de fomentar su autodeterminación e independencia. La misma que les será tremendamente valiosa para defenderse en la vida.

En definitiva, para los padres carpinteros los hijos son un producto suyo mientras que para los padres jardineros los hijos son de la vida.

Psicóloga en Cáceres. Aurora Gardeta.