Nuestra sociedad transmite una idea harto negativa alrededor de la dependencia emocional amparada tras la exigencia de que todo el mundo tiene que ser autosuficiente, desear su soledad y no necesitar de nada ni de nadie. Sin embargo desde el punto de vista psicológico esto ni es tan sano (es más, se relaciona con una patología de personalidad) ni es una pretensión realista teniendo en cuenta que el hombre es un ser social por naturaleza.
La clave no es que no exista dependencia emocional, sino que se de en su forma adecuada. En las primeras etapas de nuestra vida esa dependencia aparece frente a nuestros padres sin los que no sobreviviríamos, partiendo simplemente del hecho de que no podemos proveernos de alimento o calor por nosotros mismos.
Este tipo de dependencia se denomina dependencia vertical, esto es, nosotros dependemos de ellos, pero no ocurre al contrario. En la medida en la que crecemos y llegamos al mundo adulto, no tiene que desaparecer, pero si es necesario que se transforme en una dependencia horizontal. Ambos nos necesitamos, buscamos y cuidamos mutuamente.
Al igual que sucede en general en cualquiera de nuestras relaciones también ocurre en el ámbito sentimental, en el que la dependencia puede aparecer siendo esperable y sana.
Claro que esta necesidad del otro no se expresa igual ni entre las diferentes parejas ni dentro de la misma porque el cómo se gestione va a depender de la capacidad de cada uno de sus miembros para regularse emocionalmente. Así nos encontramos personas que se autorregulan, es decir, aquellas que en los momentos difíciles buscan su soledad, dar un paseo, escuchar música… o cualquier otra manera que uno pueda hacer consigo mismo. Sin embargo, otras personas se co-regulan, y para sentirse mejor buscan desahogarse con un ser querido, salir de fiesta con amigos o demás fórmulas que pasen por el contacto con el otro.
Y por último, la excepción: un tercer tipo de personas que tanto se autorregulan como se co-regulan indistintamente. De manera que si se configura una pareja de “autorreguladores”, ambos buscarán su espacio en las discusiones y se reencontrarán tras restablecer la calma. Si ambos son “co-reguladores”, se buscarán mutuamente para solventar el conflicto. Lo complicado aparece cuando cada miembro de la pareja tiene un estilo de afrontamiento y se “desregulan” el uno al otro. Sería la escena típica en la que uno de ellos necesita buscar su espacio, tomar el aire, estar en silencio mientras el otro lucha por seguir abordando el problema.
En base a esta clasificación lo más adaptativo sería contar con ambas herramientas (la co-regulación y la autorregulación) o bien tratar de desarrollarlas para poder encajar con cualquier otro perfil emocional.
Psicóloga en Cáceres. Terapia de pareja. Aurora Gardeta.
Deja tu comentario