Los “nices boys” es el término en inglés que define a aquellas personas incapaces de decir que no y que está adquiriendo un protagonismo alarmante en nuestra sociedad.

Esta dificultad tiñe prácticamente todas las esferas de la vida de quien lo padece: relaciones personales, amigos, conocidos, compañeros de estudio o de trabajo, así como algunos miembros de la familia. Guarda una relación inversamente proporcional a la confianza de la persona con la que interactúan, esto es: a menor confianza mayor es la dificultad para expresar sus gustos, preferencias y opiniones, mostrándose abiertamente complacientes con todos.

En los casos más extremos el problema no solo aparece a la hora de decir que no (no me apetece ir a este sitio, no quiero pedir esto para comer) o expresar una queja (me molesta que, no estoy de acuerdo con), sino que también se extiende a la dificultad para hacer peticiones (¿puedes bajar el volumen de la radio?) o pedir favores (me prestas…).

Comparte estructura con la introversión, ya que en ambos casos el pilar de sustento no es otro que el temor a ser rechazados, por lo que realizan grandes esfuerzos para evitar posibles confrontaciones, tratando de ahorrase la angustia asociada a las mismas. Pero he ahí la trampa: aunque efectivamente no se someten a la tensión que genera una disputa, un cuestionamiento o simplemente una discusión, en realidad se enfrentan continuamente al nerviosismo, pero en este caso, el producido por la renuncia sistemática de sus deseos.

Y por si no fuera suficiente, los problemas no vienen solos: el desechar del vocabulario la palabra NO, poco a poco va generando otras complicaciones, como una imagen de incompetencia, una sobrecarga emocional, sentimientos de tristeza, baja autoestima e incapacidad social que pueden incluso derivar en aislamiento.

Por el contrario, un término muy utilizado en el tratamiento de estos casos es el llamado: egoísmo positivo, esto es, saber decir que no, con asertividad. Un recurso relativamente fácil de entrenar y con una lógica aplastante detrás: no hay mejor manera de que los demás se sientan a gusto con uno que sentirse bien uno consigo mismo, para lo que resulta absolutamente necesario concederse el derecho de expresarse.

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.