Pasamos una gran cantidad de horas pensando en las tareas que tenemos que hacer, tanto a un nivel laboral (los informes de la oficina, llegar a tiempo con las entregas, los plazos, etc) como a nivel personal (tengo que acordarme de comprar, ahora toca recoger la casa, tender la lavadora…).

Cuando llega el final de día y por tanto ese momento de descanso tan esperado, después de haber terminado con todas las responsabilidades (el tengo que) si ya no hay espacio para la desconexión, esto es, el quiero, el me apetece, es que estamos sufriendo  estrés.

Ese  cansancio físico y psicológico que viene como consecuencia del sobre esfuerzo por atender a cuestiones que rebasan nuestra capacidad de afrontamiento y que viene acompañado de la “extinción” de las experiencias de placer.

Se ha hablado mucho acerca del estrés y son muy variadas las recomendaciones para combatirlo, pero sin duda una de las fórmulas más curiosas es la de besarse. Así lo ha comprobado Sheril Kirshenbaum en una investigación realizada en la Universidad de Texas.

Y es que los beneficios de los besos van mucho más allá de lo que aparentemente sugieren. Por supuesto cumplen una función social, ayudando a establecer vínculos afectivos de todo tipo: desde los vínculos más superficiales incluidos en un saludo meramente cordial hasta los vínculos más profundos de la relación de pareja.

Pero los besos también tienen una repercusión cerebral y física. Según el estudio besarse disminuye el estrés, la presión arterial y aumenta la sensación de bienestar.

Nuestros labios están llenos de terminaciones nerviosas que envían constantes señales al cerebro provocando la liberación de varias hormonas como la oxitocina o la dopamina implicadas en la activación de los circuitos de recompensa de nuestra mente que hacen que nos sintamos más relajados.

Psicóloga Aurora Gardeta. Terapia en Cáceres. Online y presencial.