Cuando hablamos de personalidad nos referimos al conjunto de rasgos que definen nuestra manera de sentir, pensar y actuar en términos generales, y que aparecen dentro de un continuo. Es decir, se entiende que todos los seres humanos tenemos más menos todos los rasgos y lo que nos diferencia es cuánto pesan cada uno de ellos. Por ejemplo: todos somos altruistas en mayor o menor medida, introvertidos, comprensivos,  coléricos, etc., pero unos tienen más que otros de un tipo de rasgos o de varios.

Y además hay un conjunto de rasgos que suelen darse a la vez en la misma persona y al contrario, rasgos que si están presentes es extraño que aparezcan otros. Como sucede con las personas con rasgos obsesivos, que suelen ser rígidas, ordenadas, tener mucho sentido de la responsabilidad y sin embargo es extraño que sean creativas o impulsivas.

Y a esta combinación de rasgos es lo que llamamos FACTORES DE LA PERSONALIDAD como el “engranaje coherente de piezas” que suelen repetirse.

Pues bien, una reciente investigación ha descubierto el factor oscuro de la personalidad: el factor D, que describe a las personas maquiavélicas. Siguiendo la lógica que se planteaba, si detectamos en alguien uno o varios de los siguientes rasgos, podemos intuir que el resto aparecerán antes o después, y aunque no los veamos,  están ahí y son:

–        El Egoísmo entendido como la tendencia a la individualidad y al anteponer los deseos propios a los ajenos.

–        El Narcisismo: consistente en un exceso de valoración propia unido a la necesidad de que los demás lo reconozcan, relacionado a su vez con el rasgo de:

–        Interés propio, como el deseo de destacar el propio estatus (económico y personal).

Ese exceso de valoración de uno conlleva el menosprecio de la inteligencia o capacidad de los demás, lo que nos lleva al siguiente factor:

–        Derecho psicológico referido a la creencia de que uno es mejor y merece ser tratado con privilegios y que con frecuencia lleva a comportamientos o comentarios despectivos o humillantes frente al resto. De ahí se deriva y encadena a otro de los rasgos:

–        El sadismo, es decir, el disfrute por ver el sufrimiento ajeno.

Como solo nos identificamos con aquellos que percibimos similares, y en este caso no se sienten como los demás sino superiores aparece el rasgo:

–        Psicopatía, caracterizado por la falta de empatía. Y de nuevo y encadenado: si no hay aprecio a “los demás”, por extensión, tampoco lo hay a “lo demás”, es decir, a las normas, sintiéndose por encima de ellas, y por tanto saltándoselas en el rasgo:

–        Desconexión moral, con comportamientos de manipulación y mentiras que nos lleva al último rasgo: maquiavelismo.

Psicóloga en Cáceres. Aurora Gardeta. Terapia online y presencial.