Deténgase un momento y mire a su alrededor. ¿Conoce a dos personas iguales? ¿A dos que tengan el mismo trabajo, o con las mismas circunstancias económicas, o dos con la misma estructura familiar o con idénticas perspectivas personales?. Difícil, ¿verdad?. Pero y si le pregunto: ¿conoce a dos personas que tengan ansiedad? Es muy probable que pueda nombrar a más de dos. Seguimos con las preguntas:
¿Cómo es posible entonces que existiendo tantas diferencias individuales, resulte tan fácil encontrar personas que la sufran?.
Y no me refiero a la experiencia clínica de los profesionales que nos dedicamos al ámbito de la salud. Esta lacra del siglo XXI se extiende a las conversaciones coloquiales, a las tardes de café, al vocabulario popular del día a día. Incluso me atrevería a estimar que podríamos encontrar personas que, contagiadas por su entorno, empiecen a utilizar este término o bien como una explicación aceptada a lo que le sucede o como una forma de sentirse incluidas en su entorno social.
Ya nadie habla de estados anímicos porque se ha puesto de moda un término comodín que resume todo nuestro registro emocional: la ansiedad lo abarca y lo explica todo.
Y en esta especie de saco roto se cuela la experiencia de aquello que nos incomoda: el nerviosismo, el cansancio, las preocupaciones, el estrés, la dificultad para dormir, la inquietud e incluso la tristeza, relegadas en un segundo plano y arrolladas por el término estrella de la ansiedad.
No es de sorprender por tanto los últimos datos publicados en los que aparece el orfidal (un ansiolítico) como el 8º fármaco más vendido en España.
Cada vez se complica más la ardua tarea de subjetivizar la experiencia humana. Alguien que tiene ansiedad, “poco puede hacer” porque ya ha delegado su responsabilidad en un padecer externo que desnaturaliza la experiencia básica del malestar.
Quizás sea el momento de reconciliarnos con el sentido de lo vivido y del porqué de las cosas como la única vía para reflexionarlo y por tanto, combatirlo.
Psicóloga en Cáceres. Terapia online y presencial. Aurora Gardeta.
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