El chiste, como dijo Freud, es la más social de todas las operaciones anímicas que tiene por meta una ganancia de placer, y no es broma ni burla sino algo muy serio.

Contribuye a aliviar las tensiones que devienen siempre que tratamos de modular lo que decimos. Generamos un gasto psíquico, un desgaste de energía en la actividad de transformar opiniones, comentarios o críticas… porque no solo exponemos o evidenciamos al otro o a uno mismo, sino que también se corre el riesgo de ser atacado.

El chiste sin embargo, brinda con su contribución a la ingenuidad la sinceridad más directa que revierte la indignación en risa, siendo la vía de salida a la agresión, el miedo, el enojo, o el tabú que solo a través del humor tiene cabida.

Se pone al servicio de lo social, habida cuenta de su función primordial,  la de hacer reír, dotando al buen cómico de la habilidad de ser capaz de hacer un homenaje a su enemigo en un combate autorizado.

Exclusivo en su virtud, se diferencia de su hermana la ironía, o su primo el disimulo en que no camufla ni se esconde, sino que se expresa abiertamente.

Revela lo ausente, lo silenciado, y libre de ataduras emprende camino hacia lo prohibido.

Permite que nos refiramos a lo real sin buscar sustitutos: se enreda en las creencias,  confronta  la religión y destapa lo perverso, borrando la culpa sin esfuerzo ni pretensión en la boca de quien lo recrea.

Como el chiste no precisa de censura, descarga el peso de la moral siendo el hallazgo más eficaz contra los sentimientos penosos o embarazosos, constituyéndose como el agente auxiliar de las consideraciones más bajas y ferviente opositor del automatismo psíquico.

No entiende de decoro ni se interrumpe por la inhibición que gobierna nuestro pensamiento consciente: el chiste desafía la represión y a ella se refiere. Basta observar que su contenido más premiado entre la audiencia versa entorno al contenido reprimido por antonomasia: la sexualidad.

Presente en todas las culturas, y solo al alcance de unos pocos, con su técnica del humor vence las barreras que liberan pensamientos, pero también trasciende al registro de lo personal, con su papel reparador.

En palabras de un sabio: “cuando pueda hacer una broma de (la desgracia)  es que lo tengo superado”.

Quien puede trasformar el drama en parodia, convertir el complejo en virtud y el sentido de la lógica en el disparate de la caricatura… tiene la supervivencia asegurada.

Ríe y el mundo reirá contigo.

 

Psicóloga en Cáceres. Aurora Gardeta Gómez. Terapia online y presencial.