Estamos acostumbrados a oír hablar con excesiva frecuencia sobre la ansiedad y la depresión, como una epidemia que se extiende allí por donde pasamos.
Sin embargo hay un monstruo en la sombra que nos acecha y que en un porcentaje importante de los casos es el origen de ellas: el narcisismo, la otra cara de la autoestima. Y no me refiero exclusivamente al término clínico, es decir, al trastorno de la personalidad narcisista como tal, que por cierto, ya de por si tiene una prevalencia suficiente como para ser considerada.
Sino a una perspectiva más amplia del concepto. Narcisismo entendido como un mecanismo reactivo frente a las exigencias sociales. En una cultura donde prima el culto al cuerpo, la belleza sin rasguños o el estatus profesional, la compostura del narcisismo se convierte en la tabla de salvación para la supervivencia de aquellos que no se sienten a la altura y necesitan simular éxitos.
Lo vemos continuamente a nuestro alrededor: desde los que viven posando para la foto, los que alardean de sus conquistas, los que están dispuestos a pasar por quirófano para llegar al canon establecido o peor aún, los que subestiman la inteligencia de los demás para salir reforzados en la comparación. Pero es una trampa: esa búsqueda de lo que falta no tiene límite, porque siempre hay algo más.
Cada vez se tiende más a buscar la perfección que la naturalidad, la espalda erguida que la curva de la columna, o el gesto interesante que la sonrisa despreocupada . Y eso tiene un coste importante: no aceptar la imperfección inherente al ser humano.
Y esta es la otra cara del narcisismo, entendido como rasgo de la personalidad, tan necesario en su justa medida como problemático y germen de muchas patologías en su extremo.
Esa necesidad de sentirnos a gusto con nosotros mismos, el vernos valorados por los demás, sentirnos suficientemente valiosos como para ser queridos y reconocidos por nuestros iguales es imprescindible para poder funcionar. Pero cuando traspasa la línea empiezan las presiones excesivas y con ellas la tristeza del que anhela lo que no tiene o la angustia por la persecución incesante del ideal.
Psicóloga en Cáceres. Aurora Gardeta. Terapia online y presencial.
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