Los seres humanos estamos motivados a poseer opiniones y actitudes concretas para reducir al máximo posible las cotas de incertidumbre. Así de manera más o menos intuitiva elaboramos nuestros conocimientos acerca de lo que sucede a nuestro alrededor, lo que da lugar a que tengamos el llamado saber popular.

Y aquí cumple un papel muy importante las primeras impresiones: las imágenes que nos hacemos de los otros que determinan desde un principio nuestra propia conducta social.

¿cómo formamos esas primeras impresiones?

Uno de los modelos de psicología social que ha dado respuesta a esta pregunta es el modelo de rasgos de Ash, que plantea existen rasgos centrales y rasgos periféricos y que los primeros son los que condicionan la impresión global de la persona. Ash realizó un experimento en el que se le entregaba a dos grupos de sujetos (grupo A y grupo B) un listado con las siguientes cualidades:

Grupo A: inteligente, habilidoso, trabajador, cálido, decidido, práctico, cauteloso

Grupo B: inteligente, habilidoso, trabajador, frío, decidido, práctico, cauteloso

La diferencia entre ambos grupos es exclusivamente el calificativo de cálido (grupo A frente al de frío (grupo B). Al terminar se les preguntaba la opinión sobre la persona encontrando que aquellos que habían recibido la primera lista (grupo A) estimaban con más probabilidad características positivas de los del grupo B, concluyendo que el rasgo de calidad frente al de frialdad es un rasgo central.

Este mismo autor realizó otro experimento en el que descubre otro de los factores que afectan a la creación de primeras impresiones: el efecto de orden.

De nuevo, presentó a dos grupos de personas un listado de características (Inteligente, laborioso, impulsivo, censurador, terco, envidioso) y a otro grupo el mismo listado pero en orden inverso: (envidioso, terco, censurador, impulsivo, laborioso, inteligente) y comprobó que el orden de presentación de los rasgos condiciona la impresión final, teniendo los primeros una imagen más positiva de la persona que los segundos, dependiendo de si se presenta primero lo positivo o lo negativo.

A partir de estos estudios proliferan nuevas teorías como el modelo de suma, que se usa cuando tenemos pocos datos y éstos son homogéneos, siendo la impresión final la suma de todos los rasgos percibidos, y el modelo promedio que usamos cuando tenemos muchos datos y algunos pueden ser contradictorios, por ejemplo: cuando conocemos a una persona y sabemos sus defectos pero compensa con las virtudes en el promedio.

Y por último, la mejora del modelo, llamado: modelo de media ponderado, por el que se promedia toda la información pero se le da más importancia a los rasgos sobresalientes tanto por lo  positivo como lo negativo, como podría suceder con una persona que nada más conocerla se muestra distante, llega enfadada y poco amigable, pero al cabo de un rato empieza a mostrar su habilidad para contar historias con gran sentido del humor, haciendo reír a todos los presentes. Probablemente, al tratarse de un rasgo sobresaliente, ésta última impresión positiva promedia más que el resto de las primeras características percibidas.

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.