Ante el cúmulo de informaciones que recibimos del mundo que nos rodea, necesitamos establecer un mínimo de orden para poder hacer predicciones: no nos basta con saber que el sol sale todas las mañanas, sino que además nos preocupamos por saber las causas del comportamiento de los otros.
Cuando percibimos un objeto atendemos sus rasgos físicos, pero cuando percibimos una persona prestamos atención también a sus cualidades internas tratando de inferirlas para comprender su comportamiento y ayudarnos en futuras interacciones.
Entre esas cualidades internas están las intenciones, es decir, los tipos de causas a los que atribuimos los fenómenos que observamos, que pueden ser personales (internas a la persona) o bien ambientales (que dependen de agentes externos).
¿de qué depende que lo atribuyamos a unas u a otras?
La teoría de la configuración nos explica que cuando solo tenemos una observación, su mera presencia es suficiente para crear un esquema causal. Por ejemplo: nos dicen que un estudiante saca siempre buenas notas. ¿A qué lo atribuimos? Lo más probable es que lo hagamos a causas internas como que es estudioso o inteligente. Sin embargo estaría el principio de desestimación por el cual desestimamos una causa si hubiera otra que la explica mejor. Siguiendo el mismo ejemplo, si nos dicen que el centro de estudios es privado y pertenece a su familia, inmediatamente lo atribuimos a una causa externa, como puede ser el coloquialmente llamado enchufe.
Otra teoría nos habla del peso que tiene la atribución de la intención. Por ejemplo, estamos tomando un café con alguien y nos lo derrama encima. Lo más probable es que lo atribuyamos a factores externos (casualidad). Sin embargo si en este mismo ejemplo, estamos en plena discusión con la persona, el hecho de inferir una intención maliciosa nos lleva a concluir que se trata de factores internos, esto es: lo ha hecho a posta.
Pero para distinguir entre una y otra nos basamos también en la llamada atribución de las disposiciones para lo que comparamos las consecuencias de la acción elegida con las de la acción no elegida, utilizando el principio de los efectos no comunes (a más efectos comunes, más ambigüedad). Ejemplo: tira el café y solo me lo derrama a mi (consecuencias malas solo para mí: atribución interna: lo hizo queriendo), o lo tira y nos mancha a los 2 (consecuencias malas para ambos, ambigüedad de atribución).
Psicóloga en Cáceres. Aurora Gardeta
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