El ser humano tiene la curiosa tendencia a reinventar su pasado, esto es, a elaborar teorías acerca de ¿qué hubiera sucedido si en vez de esto hubiera pasado aquello?, lo que en psicología social llamamos: juicios contrafácticos. Y es que parece que no nos conformamos con nuestro presente y necesitamos reconstruir lo anteriormente vivido aunque solo sea en la imaginación. Este hecho por supuesto nos aleja de la aceptación de los acontecimientos generando mayores dosis de angustia o incomodidad. Y por si no fuera poco despropósito además lo hacemos siempre con un sesgo de pensamiento llamado simulación que nos afecta de dos maneras:

uno, viéndonos condicionados por la excepcionalidad, y dos por el orden temporal.Veamos dos ejemplos que lo clarifiquen. Imaginen por un momento la siguiente situación: Juan y María tienen que coger un avión a las 7 de la tarde. De camino al aeropuerto quedan atrapados en un atasco y ambos llegan a las 7 y media. Cuando Juan llega al aeropuerto le dicen que perdió su vuelo porque salió a la hora prevista. Cuando llega María le dicen que también perdió su vuelo pero que éste salió con retraso hace 5 minutos. ¿Cuál de los dos creen que se sintió peor? El resultado es el mismo para ambos (ambos perdieron su vuelo)  sin embargo la mayoría de la gente diría que María se siente peor porque por 5 minutos no llegó a cogerlo. Este carácter de la excepcionalidad (retraso del vuelo) hace que frente al mismo acontecimiento uno se sienta peor que el otro. ¿Poco racional, verdad? Pues vayamos al siguiente aspecto del fenómeno: el orden temporal.

Imaginen que están viendo un programa de televisión en el que ofrecen mil euros a dos personas simplemente tirando una moneda al aire bajo la siguiente premisa: si ambos sacan lo mismo (cara-cara o cruz-cruz), ambos reciben el dinero. Si no, ninguno gana. Eligen a dos personas del público. Carmen tira primero y saca cara. Manuel tira después y saca cruz. Ninguno gana. ¿Cuál de los dos se sentirá peor?  A pesar de que de nuevo, la probabilidad es la misma para ambos y es el azar el único factor decisivo, Manuel seguramente se sienta peor que Carmen. Y es que tendemos a cambiar el segundo suceso antes que el primero contra toda lógica.

La importancia de este fenómeno está detrás de muchos sentimientos de culpa y procesos que se complican como puede ser la aceptación de un duelo. Supongamos que un ser querido fallece en un accidente de coche. Por supuesto el dolor es inevitable, pero si además sucedió justo el día en el que excepcionalmente salió más tarde del trabajo, el bucle de pensamiento asociado a qué habría pasado si ese día no se hubiera quedado hasta tarde, hace que la condena sea mayor. O en el caso de la temporalidad, si el retraso a la salida del trabajo se relacionó con 2 llamadas de teléfono, será la segunda de ellas a la que se le atribuya la responsabilidad de lo sucedido.

Conocer y manejar estas trampas de la mente nos ahorra mucho sufrimiento.

Psicóloga en Cáceres. Terapia online y presencial. Aurora Gardeta.