Hace poco más de diez años comenzó el movimiento a través de las redes sociales de BODY POSITIVE (cuerpos en positivo), una defensa de los cuerpos tal y como son, sin arreglos ni photoshop, coincidiendo con la aparición de la primera revista de belleza XL.
Así surge una larga lista de influencers que reclaman la naturalidad dejando ver lo que se ha considerado imperfecciones respecto del canon de belleza actual: la celulitis, ojeras, estrías, sobrepeso, acné, etc, que cada vez tiene más seguidores.
Desde luego la contribución “positive” es innegable: mujeres (que lideran en su mayoría el movimiento) orgullosas de sus curvas diciéndole al mundo que tienen que aceptar su cuerpo.
Pero este movimiento dejaría de ser tan positive si en algún caso se confunde con la OBLIGACIÓN de amar el propio cuerpo. Es decir, si se intercambia la premisa de aceptar con la de querer. Y es que por mucho que una acepte que es como es (porque además no queda más remedio que mirar de frente a lo que uno le ha tocado o de alguna forma ha elegido), no tiene por qué necesariamente gustarle.
No se trata por tanto de hacer alarde de aquello con lo que una no se siente cómoda, ni renunciar a los remedios que puedan generar una imagen algo más favorecedora si tras una importante falta de sueño se disimulan las ojeras con un corrector.
La clave está en que una haga aquello con lo que se sienta más a gusto: retoco las imperfecciones o las dejo visibles.
Adherirse a la fórmula de otros ya sea esta la presión de una sociedad por tener un cuerpo 10 o la presión de un movimiento contrario por enaltecer el no tenerlo, no es la solución sino el buscar la manera en la que uno se vea lo mejor posible dentro de sus posibilidades sin necesidad de convencerse de ningún postulado ajeno.
Por tanto no es necesario empeñarse en que «me gusten las arrugas» porque quizás se desgastan energías en algo que no tiene por qué suceder, o peor, tratar de engañar a los demás de que «me gustan» sino es cierto porque el trabajo es doble: al esfuerzo de convencerme se añade el de convencer.
Al final cada persona debe buscar el traje que mejor se le ajuste, no forzarse a entrar en el de los demás.
Psicóloga en Cáceres. Aurora Gardeta. Tratamiento presencial y online.
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