Si alguien te diera a elegir entre estar feliz hoy o estar triste hoy ¿qué elegirías?

La respuesta está clara: “puestos a elegir, prefiero estar bien que estar mal”. Y no dudamos ni un segundo en qué responder. Sin embargo cuando se trata de plantearnos que en vez de ser un agente externo quien nos ofrece una entre dos opciones, somos nosotros mismos, no tenemos tanta conciencia de nuestro poder de decisión.

Párate un momento y pregúntate cuántas cosas has elegido desde el momento en el que te has levantado esta mañana hasta este mismo instante. Quizás identifiques entre ellas la ropa que te has puesto, lo que has desayunado, qué emisora sintonizas para escuchar las noticias, pero no tengas tan claro que también has elegido cómo iba a ser tu día. Y es que tomamos muchas más decisiones de las que somos conscientes.

¿Qué es lo primero que piensas cuando apagas la alarma del despertador? Si tu respuesta es: “otra vez a trabajar, qué ganas de que llegue el fin de semana, que mal he dormido…” ten por seguro que estás condicionando tu día antes de empezarlo, y que como sucede con las expectativas, se termina generando lo que llamamos una “profecía autocumplida”.

No es cuestión de magia sino simplemente de actitud. Y la actitud que nos acerca a objetivos universales como “ser felices” se compone tanto de aquello que nos decimos a nosotros mismos, como aquello que le decimos a los demás. Hagan la prueba y fígense en qué les contesta la gente frente a la pregunta ¿cómo estás?.

Expresiones del tipo “voy tirando” (¿de qué, cuál es tu carga?) pasando por el: ahí voy (¿y eso qué significa? ¿Vas a dónde?) condicionan nuestras emociones y son autovías de doble sentido: digo que estoy mal porque no me siento bien y al contrario, el decir que estoy mal hace que no me sienta bien.

Puedes elegir salir de la cama a rastras con los hombros caídos y la espalda curvada o bien dar un salto enérgico, erguirte, sonreír y comenzar con el pie derecho.

No te engañes. Las personas felices no lo son porque tengan cosas que tú no tienes. Es un trabajo diario, un trabajo en el que hablarse con amabilidad es una obligación inapelable.

Psicóloga en Cáceres. Aurora Gardeta. Terapia online y presencial.