Los seres humanos somos sociables  por naturaleza y tendemos a relacionarnos con personas con las que guardamos similitud: o bien por edad, sexo, intereses, pensamientos, gustos… en definitiva con quien nos sentimos identificados para crear vínculos estrechos.

Pero el hecho de que busquemos esa comunicación casi de forma innata no significa que lo hagamos bien. Aprender a decir que no es una de las asignaturas pendientes en nuestra evolución de lo social, representada por el triángulo miedo-deseo-culpa  que explica por qué aparece y cómo podemos cambiarlo.

¿POR QUÉ NOS CUESTA DECIR QUE NO?

En un lado del triángulo tenemos el miedo a poner en riesgo la relación, ya sea con un amigo, pareja o familiar bajo la premisa de que la otra persona se puede enfadar o puede dejar de querernos si le decimos que no. Acompañado de ese miedo y en segundo lugar está un deseo fundamental: la necesidad de agradar, de sentirnos valorados y reconocidos por los otros como una expresión externa de nuestra autoestima. Y es que la imagen que los demás puedan tener de nosotros nos importa más de lo que reconocemos y a veces nos condiciona a la hora de mostrarnos tal y como somos.

Y por último completa el triángulo la culpa anticipatoria por pensar que con nuestro NO generamos un agravio a la persona con la que nos estamos comunicando. Por tanto si creemos que perjudicamos, que arriesgamos nuestra imagen o que nos van a dejar de querer, lo esperable es tratar de huir de esas consecuencias que es lo que precisamente sucede cuando evitamos decir que No. Sin embargo podemos superar esos miedos atendiendo a algunas evidencias:

ROMPIENDO EL MIEDO A DECIR QUE NO

Clave uno: no te dejan de querer por decir no. Lo que cuenta es cómo lo dices

Tener en cuenta que a la otra persona no le va a incomodar tanto el NO (el contenido) cómo la manera de decírselo (la forma). Se trata entonces de decirlo con tacto y argumentos. Por ejemplo no es lo mismo decirle a un amigo: “no te voy a acompañar a la presentación” que decirle, “me encantaría ir contigo pero llevo una semana complicada y necesito descansar, espero que puedas entenderlo”.

Clave dos: para que te quieran no evites decir que no, sé  franco.

Aunque mostrarnos disponibles o accesibles para los otros, con motivación porque nuestra compañía les gratifique resulta agradable, por encima de todo eso valoramos a las personas trasparentes, sinceras, y percibir que alguien intenta contentarnos no nos da esa sensación.  Ser auténticos aunque considerados (a pesar de decir no) es una buena forma de que nos quieran.

Clave tres: no es tan grave decir que no. La otra persona lo puede soportar             

Somos capaces de tolerar todo aquello que sucede con frecuencia porque generamos habituación. Y el recibir el NO, es algo que está presente desde que nacemos y a lo largo de toda la vida: no juegues más y siéntate a comer, no veas la tele y vete a acostar, no salgas hasta tarde y estudia, no hagas esto, no digas aquello…

Ser conscientes de que la persona a la que nos dirigimos puede asimilar el NO contribuye a reducir el miedo. Al final la mejor muestra de amor a los demás es confiar en su capacidad para aceptar las situaciones con entereza y temer que no puedan superar la negativa, es de alguna forma cuestionar los recursos que tienen para asumirlo.

Psicóloga Dra. Aurora Gardeta. Terapia online y presencial. Cáceres.