El coloquialmente conocido como trastorno de personalidad múltiple, doble personalidad o en su nomenclatura oficial, trastorno de identidad disociativo, es con diferencia el problema mental menos estudiado y más llamativo en cuanto a su clínica. Se trata de la presencia de al menos dos identidades (hasta 100 descritas)  en la misma persona que asumen el control de la conducta.

Una de ellas, es la llamada personalidad primordial o primaria, es decir, la asumida de manera oficial, siendo el resto las personalidades disociadas, que aparecen sin que tenga consciencia ni recuerdo de ellas o en el caso de tenerlas, se asumen como compañeros o amigos. Cada una de esas personalidades o alter ego tienen su propio nombre, rasgos e historia, que contrastan con las otras, llegando a aparecer en algunos casos un conflicto abierto entre varias.

La transición de una personalidad a otra suele aparecer de manera abrupta como consecuencia de factores desencadenantes como situaciones de estrés o modificaciones ambientales.

Una posible explicación desde la neurociencia es la teoría de la modularidad en la que se plantea que toda la información contenida en nuestro cerebro está organizada en unidades, relativamente independientes, que llamamos módulos. La existencia de estos módulos, demostrada en lesiones cerebrales que evidencian disociaciones, sugieren un funcionamiento en paralelo que generalmente opera de manera inconsciente. Así ocurre que tenemos intuiciones o ideas sin saber su origen porque aunque tengamos acceso al resultado del trabajo de estos módulos, no lo tenemos de su elaboración. Cada módulo puede controlar una determinada conducta como ocurre en el trastorno disociativo de la personalidad.

Si lo llevamos a nuestra vida cotidiana, sabemos que el cerebro puede cambiar de módulo en función del rol social que adquiera (lo que William James llamó yoes sociales) pudiendo resultar una división incluso contradictoria, como por ejemplo, cuando diferentes grupos sociales no nos conocen de la misma manera. Si llevamos esta situación al extremo explicamos el trastorno de la personalidad múltiple.

Aunque no existe un consenso en los resultados de la investigación, algunos describen  correlatos biológicos propios de cada personalidad donde la primaria puede padecer una enfermedad metabólica ausente en la personalidad huésped, surgir cambios en la presión arterial y frecuencia cardíaca e incluso cambios en la capacidad de refracción del ojo.

En casos menos extremos queda demostrada la asombrosa influencia de los estados mentales sobre el cuerpo. Por ejemplo, en situaciones de peligro, la dilatación de las pupilas cambia, ampliándose para mejorar la agudeza visual; en la depresión disminuye la producción de melatonina; los receptores de temperatura se alteran en los bipolares capaces de salir en manga corta en el más duro invierno sin percibir la sensación de frío; las personas con fobia a las sangre (hematofobia) obtienen resultados altos de prolactina (hormona encargada de la secreción de leche durante el embarazo) consecuencia de su temor a la extracción y un largo etcétera.

Aún más, en los embarazos psicológicos (también descritos en animales) aparece un aumento de las mamas, ablandamiento del cuello uterino, amenorrea, aumento del volumen abdominal y contracciones producidas por la segregación de oxitocina.

En resumen, el trastorno disociativo de la personalidad, como ejemplo límite de la relación mente-cuerpo, es para algunos autores una evidencia de nuestro potencial para albergar varias “personalidades”, que en un desarrollo normal integramos con mayor o menor coherencia dentro de un sentido del yo.

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.