Dean Burnett, el neurocientífico autor del libro “el cerebro idiota”, afirma que una crítica tiene doce veces más poder sobre nuestro cerebro que un solo piropo.

Bajo un admirable sentido del humor responde preguntas como ¿por qué perdemos discusiones con personas que saben menos que nosotros?, ¿por qué no recordamos el nombre de una persona que conocimos pero sí la reconoceríamos al instante? y otras tantas curiosidades que desvelan el sabotage al que nos somete nuestra tramposa  mente.

Así, apoyándose en los resultados de la investigación, argumenta que cuando recibimos una crítica, nuestro cerebro segrega cortisol, la hormona encargada del estrés, mientras que en el caso del elogio, es la oxitocina. Y su conclusión proviene de la permanencia en sangre de ambas sustancias: la primera relacionada con la crítica con una duración de 60 minutos, y la segunda en clara desventaja, con solo 5. La deducción lógica es por tanto que la crítica nos afecta 12 veces más que un piropo.

Sin embargo, más allá del efecto de las palabras en nuestro organismo, cabría plantearnos otra propuesta complementaria: la llamada atención selectiva, implicada en la manera  con la que procesamos la información en función de nuestro estado emocional o rasgo de  personalidad. Prueben a hacerle a varios amigos las siguientes preguntas: ¿Cuántas personas con muletas han visto la última semana? ¿cuántas mujeres embarazadas? ¿cuántos Ford Focus rojo? La repuestas de aquellas personas que tengan muletas, o un Ford Focus rojo o estén esperando un hijo triplicaran el número, y sin embargo no se han encontrado más que el resto (pero si le han prestado atención). Aquella información que nos resulta relevante la contabilizamos más allá de los hechos objetivos. De manera que una persona sensible a las críticas (rasgo de personalidad) o que está pasando un mal momento (estado emocional), se verá mucho más afectada por una crítica que por mil elogios, pero también al contrario. Las personas positivas (rasgo) o que atraviesan un momento dulce de su vida (estado), contabilizan mucho más los sucesos agradables, donde se incluyen los elogios, pasando desapercibidas para sus procesos atencionales las críticas.

Y es que las palabras son sordas y mudas y somos nosotros quienes las envestimos de significado.

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.