“Dejar para mañana lo que puedas hacer hoy” ya tiene su expresión psicológica: PROCASTINAR.
Cuántas veces no nos hemos visto a nosotros mismos “procastinando” una tarea pendiente. Sin embargo, en contra de lo que aparentemente pueda parecer, lejos de atribuirse a personas dejadas, holgazanas o con un bajo sentido de la responsabilidad, se relaciona con todo lo contrario.
Científicos de la Universidad de Costanza (Alemania) han estudiado este fenómeno encontrándose con un hallazgo sorprendente: la personalidad que hay detrás de la procastinación está liderada por un rasgo de perfeccionismo.
En el ámbito empresarial se convierte en el peor enemigo de la productividad. Más comúnmente conocida como el ladrón del tiempo, viene a retrasar los efectos del rendimiento laboral que puede traducirse en pérdidas económicas.
Sin embargo, no podemos confundirla con su hermana la pereza o su prima la desidia que se manifiestan frente a cualquier tarea (como ordenar el cajón de los cubiertos, lavar el coche, o comprar la bombilla de bajo consumo para el baño).
No procastinamos cualquier tarea, sino solo aquella a la que concedemos el valor de la importancia y la merecida urgencia a favor de otras irrelevantes bajo la convicción de que así obtendremos mejores resultados.
Pero como todo acto inconsciente, por mucho que nos perjudique, tiene un beneficio secundario velado por el que es tan complejo desprenderse de él: cuando procastinamos obtenemos una ganancia de placer.
Esos episodios (como preparase una reunión el día de antes o mandar un informe en los últimos minutos del plazo) se convierten en momentos que generan una buena dosis de emoción con su correspondiente correlato fisiológico: segregamos un pico de adrenalina, aumenta la frecuencia cardíaca y se contraen los vasos sanguíneos.
Y es que no hay nada que le guste más a la mente que provocarnos un trampolín de sensaciones que por norma general, están ausentes en nuestra vida cotidiana.
Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.
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