Si, pero no se trata de ninguna habilidad esotérica ni mágica. Ni tampoco tenemos que apelar a cualidades extrasensoriales. Podemos predecir el futuro de una manera más sencilla y lógica.

Los psicólogos nos vemos abordados con frecuencia por preguntas de nuestros pacientes acerca de cómo estimamos que va a ser su futuro: ¿crees que si sigo con esta pareja me irá bien? ¿sería mejor cambiar de trabajo? ¿cómo crees que va a reaccionar  esta persona si le digo lo que pienso?

El futuro nos preocupa, como ocurre con todo aquello que nos resulta desconocido o que no podemos controlar. Intentamos adelantarnos a él para saber qué decisiones tomar en nuestro presente y aunque parezca una cuestión  irresoluble, no lo es, o al menos no siempre.

De hecho a pesar de que exista una corriente psicológica focalizada en el presente como una forma de mejorar la calidad de vida de las personas, como es el Mindfulness, que apuesta por el aquí y el ahora, no siempre es suficiente.

Necesitamos de nuestro presente, pero también tenemos un pasado que nos condiciona y un futuro al que dirigirnos. Y estas son las claves de la predicción: la mejor manera de predecir el futuro es mirando el pasado.

Por ejemplo, en cuanto a la primera pregunta que planteábamos: una relación que se ha mantenido sólida durante años, basada en el compromiso mutuo, lo esperable es que se mantenga fuerte en el futuro. Y al contrario: una relación tormentosa ya desde los inicios, predice un desgaste futuro que probablemente acabe en ruptura.

Cierto es que debemos considerar algunos aspectos para elaborar las predicciones: un contexto invariable, una inercia consolidada y la ausencia de cambios. Es decir, podemos estimar el futuro atendiendo a los condicionantes presentes: si todo sigue como hasta ahora, supongamos en la segunda pregunta sobre el trabajo: el mismo jefe, los mismos compañeros, igual cometido laboral, tal y como haya sido hasta el momento la situación, lo previsible es que ese escenario actual y pasado vaya a ser el que suceda más adelante.

O la tercera pregunta: cómo va a reaccionar alguien con quien necesitamos sincerarnos, supongamos, abordando un tema conflictivo. Si sabemos sus características de personalidad, imaginemos, se trata de alguien dialogante y comprensivo, lo esperable sería que nuestra conversación sea fructífera. Si por el contrario se trata de una persona resentida o suspicaz, probablemente nuestras palabras sean percibidas como malintencionadas y el conflicto se agrave.

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.