Seguramente alguna vez te has cruzado con una persona, que sin darte cuenta consigue que hagas aquello que desea bajo la máscara de la inocencia, la del victimismo, amparándose en un supuesto bien común o cualquier otra estrategia que te lleve a su terreno.

Cuentan con una gran habilidad para distorsionar creencias y convencerte de ellas, haciendo que incluso llegues a dudar de tu propio criterio.

Bajo una aparente seguridad “arrolladora” tienden a subestimar las capacidades o decisiones  ajenas, provocando la culpa en aquellos que discrepan de sus propuestas con su arma más poderosa y efectiva: el chantaje emocional.

Se nutren de las debilidades que perciben a su alrededor: un complejo es suficiente para poner en marcha la maquinaria que dará lugar a la ridiculización o menosprecio de sus allegados.

Se trata de grandes actores capaces de versionar el mismo acontecimiento de diferentes maneras adaptándolos al interlocutor que se precie a escucharlos con tal de conseguir sus propósitos.

Y es cuentan con una ventaja respecto a su grupo de referencia: no tienen escrúpulos a la hora de extorsionar, perjudicar o enfrentar a amigos, familiares, parejas o quien quiera que se les cruce en el camino si pueden sacar provecho.

Su principal rasgo de personalidad es el egocentrismo (o también llamado narcisismo) con el que articulan el control o el poder que tanto anhelan. Sin embargo esta fachada no es más que una defensa tras la cual ocultar su temor a mostrase débiles.

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.