La terapia es para la mente lo que el gimnasio para los músculos: un espacio de entrenamiento y desarrollo de nuestra fuerza (emocional) para sostener peso. Y así como ocurre con los músculos, cuanto más la ejercitemos, más resistencia adquiere. Sin embargo la vida cotidiana es el campo de juego más  útil para este propósito.

Aunque las fortalezas y debilidades de cada uno son intransferibles y por tanto los “ejercicios” que nos hacen más competentes varían de unas personas a otras, podemos hablar de 2 genéricos:

Hacer las cosas de manera diferente genera nuevos aprendizajes, y éstos a su vez repercuten en las conexiones de las redes neuronales (producimos más neuronas y estrechamos vínculos entre las ya existentes). Por tanto, cuantos más desafíos le planteemos a nuestra mente mayor es su desarrollo. Desde coger los objetos con la mano contraria a lo habitual, sustituir la agenda por la memoria, realizar la ruta al trabajo por calles diferentes a las habituales, y por supuesto lo más evidente: adquirir nuevos conocimientos (académicos, culturales o cualquier otra competencia) supone un reto que fortalece nuestra mente. ¿Tienes un orden para hacer las cosas? Pues cámbialo.

Sal de tu zona de confort: someterse a la frustración para acostumbrarse a ella aumenta nuestra tolerancia y capacidad de adaptación frente a los contratiempos. Por ejemplo, si nos cuesta hablar en público, aprovechar las situaciones sociales que se nos presenten para iniciar o continuar una conversación aun a pesar de la incomodidad que nos genera. O bien, si somos perfeccionistas con el orden, probar a dejar los platos sin recoger o las cosas descolocadas aguantando la sensación que nos produce más tiempo del habitual. Es algo así como “ir a buscar a la incomodidad a pequeñas dosis” para estar más preparados para asumirla cuando  “ella venga a buscarnos”.

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.