Lou Marinoff en su libro “Más Platón y menos prozac” plantea una valiosa perspectiva de cómo aplicar la filosofía a la terapia, que se está convirtiendo en todo un movimiento revolucionario.

Usando la metáfora de una partida de ajedrez resume la actuación que unos y otros profesionales de la salud tendrían frente al mismo hecho: imagínese que hace un movimiento. Todos le preguntarán ¿qué le ha llevado a hacerlo?. “Bueno, quería comerme la torre” contesta usted.

Pues bien, a partir de ahí, un psicoterapeuta buscará la causa del mismo (quizás a través de la historia de su vida). En el caso de un psicoanalista, además de analizar su biografía, tal vez le proponga razones que usted tenía pero de las que no era consciente, y un psiquiatra consultaría la última edición del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales) hasta que dé con el trastorno que más se adecúe a sus síntomas y le prescriba la medicación adecuada.

En cambio, un consejero filosófico preguntaría: ¿qué sentido tiene ese movimiento para usted en este momento? ¿Qué relación tiene con su siguiente movimiento?  ¿cómo describiría usted su posición general en esta partida? Y ¿cómo cree que podría mejorarla?

Así el filósofo contempla su movimiento no como el mero efecto de una causa anterior sino como algo significativo en el contexto actual y como una posible causa de efectos futuros.

A pesar de estar de acuerdo con él en que es más saludable vivir la vida que cavar en busca de sus raíces, he de puntualizar que cada vez somos más los psicólogos y psicoanalistas que aun habiendo estudiado la tradicional disciplina Freudiana, adaptamos la técnica a las exigencias actuales.

Por tanto, un profesional que se precie debe ser tan crítico como capaz de secundar la búsqueda de las causas y cuestionar el valor del determinismo psíquico (así como haya sido tu vida, tus padres o experiencias, se condiciona tu futuro) en aras de un análisis reflexivo y consciente del ser actual.

Sin ir más lejos, cualquier psicólogo que cuente con una buena formación es sobradamente conocedor de que el padre del psicoanálisis se nutrió de los saberes filosóficos, y que por tanto no existe psicología sin filosofía.

Entiendo que al final, es el equilibrio entre ambas disciplinas lo que más ventajoso resulta en una consulta, y que nuestro papel como clínicos, terapeutas, psicoanalistas, orientadores, psicólogos o filósofos no puede ser otro que el de ayudar a la persona a que encuentre y sea coherente con su filosofía personal.

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.