Es el síndrome por el cual la persona evita tomar decisiones, adquirir competencias o sobresalir de los demás por miedo a la respuesta de su entorno, a que puedan sentirse ofendidos.

El problema del síndrome de Solomon no es exclusivamente que se utilice como una estrategia moduladora de cara a la galería para protegerse del “reproche”; es que llegan a interiorizar un esquema de invalidez para los logros, siendo capaces de obstaculizarse en el camino con tal de no desmarcarse de la media. Así desarrollan una falta de autoestima y de confianza en sí mismos, valorando sus logros o fracasos en función del entorno y no desde su propia perspectiva.

Ahora viene el peor de los escenarios ¿qué ocurriría si los demás “fracasan en sus objetivos”, se quejan de sus vidas o han sufrido para llegar donde están? Pues aquel que padece el síndrome interpreta que debe pasar por el mismo calvario para no destacar.

Hacía poco una persona bien inteligente me hacía partícipe a su manera de este síndrome:

todo mi círculo de iguales sufre por su vida (sus trabajos, su vivienda, su economía). Como si todos cargaran con una mochila pesada, y siento que si yo voy sin peso, reclaman que me la ponga… ¡Cómo voy a ir yo sin peso mientras los demás van cargados!”.

La trampa, que no es poca, ya no solo es el temor a generar envidia por los triunfos propios sino el integrar el concepto de sufrimiento en la vida como la única vía regia para valorar lo que uno consigue, bajo el lema: si no sufres, si no te sacrificas, no tienes derechos.

Aceptar que esa es la fórmula de la vida, que el premio solo es la loncha del sándwich que está entre sufrimiento antes y sufrimiento después, es la gran condena que funciona como una profecía autocumplida.

 

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.