El olfato el sentido más potente en la creación de recuerdos y asociaciones, tal y como revela un estudio de la revista Cognition and Emotion, a pesar de que parecería más lógico pensar que lo fueran la vista o el oído, que articulan nuestra vida cotidiana.

Mientras que somos capaces de recordar solo el 50% de lo que hemos visto en 3 meses, en el caso de los olores ese porcentaje aumenta hasta el 65% después de un año entero.

Es más, el 75% de nuestras emociones están asociadas a olores (los recuerdos infantiles, las vacaciones…), por lo que si queremos provocar una emoción, podemos llegar a ella a través del olfato. Apliquemos todo esto al marketing comercial y ¡eureka!: tenemos una infalible estrategia de venta, accediendo directamente a nuestro inconsciente, responsable del 95% de las compras que realizamos.

Antes, la mayoría de las campañas publicitarias se centraban en lo visual, pero esa tendencia empieza a cambiar. Por ejemplo, la multinacional Sturbucks, se asoció al olor a café, concediéndole tanta importancia que llegaron a retirar unos sándwiches de sus negocios porque interferían en el olor de las tiendas. O el caso de Dunkin Donuts, que instalaron en los autobuses urbanos dispensadores de olor asociados a su marca que se activaban a la par que sonaba la melodía de su campaña, aumentando así las ventas.

Lo mismo ocurre con el sector del automóvil: las  casas de BMW, AUDI o Mercedes, cuentan con “olfateadores profesionales” en busca de un efecto de olor determinado para sus coches,  o la Ford, que ha creado una campaña de coches de segunda mano con olor a nuevo para un mayor reclamo de los consumidores.

Cada vez son más los contextos y negocios que incluyen el aromarketing: el Guggenheim de Nueva York con obras de arte aromáticas; Zara o Stradivarius creando sus propios odotipos, y no solo se utiliza el olor para asociar deseos y emociones a contextos o productos, sino también para “desasociarlos” de las sensaciones negativas. Un ejemplo de ello lo vemos en la iniciativa del hospital USP de Marbella, que ha querido desvincular el olor característico de los hospitales (alcohol o antisépticos como signo de enfermedad) a otros positivos (olor a talco, a vainilla…).

Y ya el último lugar en el que se cuela la “manipulación” de la mente a través de los olores: el ámbito empresarial, en el que se empieza a aplicar para aumentar la productividad de los trabajadores, llegando incluso a encontrar mejoras del 15% en rendimiento.

 

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.