Las parejas funcionan como balanzas en permanente reequilibrio, y los pesos de cada lado de la balanza son los que terminan discriminando cuan feliz es una pareja. Como si de una metáfora económica se tratase, el “sobre sueldo” positivo es un protector de la pareja, esto es, que las interacciones positivas sean mayores que las negativas.

Pues bien, si sabemos que la relación de pareja es una fuente de satisfacción pero también de conflicto, ¿cómo manejar éste último a favor de la relación?

 

1.      Aceptar la reparación.

Lo que hace que una pareja perdure y evolucione en el tiempo no es que la pareja no discuta, sino que pueda ser capaz de reparar lo que inicialmente los alejaba y ambos lo acepten. Las parejas que mejor funcionan, desarrollan mecanismos para  “desacelerar” una posible escalada del conflicto.

 

No importa qué fórmula se  utilice (introducir una clave de humor, un gesto de afecto, mostrar empatía con el otro, reconocer los errores…), la clave está en que ambos acepten el intento de reparación.

 

2.      Asumir desequilibrios

Es frecuente encontrar en las relaciones a un miembro de la pareja más influyente que otro (el que decide con más frecuencia qué hacer los domingos, qué decisiones tomar, cómo manejar la economía famliar…).

La solución no siempre está en equilibrar la balanza en aras de una equidad o igualdad que no entiende de diferencias individuales.

En este caso, el equilibrio más acertado es el de  “aceptar el propio desequilibrio de la pareja” .

 

3.      Atribuciones causales

La manera en la que interpretamos las causas de los comportamientos de nuestra pareja modulan nuestra vinculación y afectos hacia ella.

Imaginemos por un momento que nuestra pareja vuelve a casa después del trabajo, y tras preguntarle qué tal le ha ido el día nos responde con un inexpresivo y distante: ahí.

Atribuir los sucesos negativos a causas externas y situacionales (“seguro que le ha ido mal en el trabajo hoy”)  en vez de a causas internas y estables (“está amargado y nunca va a cambiar”), refuerzan nuestro concepto acerca del otro y contribuyen a afianzar los lazos amorosos.

Y al contrario, atribuir los sucesos positivos (por ejemplo: me ha comprado mi postre favorito) como rasgos internos y estables (“es una persona detallista que le gusta hacerme feliz”) en vez de a agentes externos y transitorios (“este detalle será porque  ha tenido un buen día en el trabajo, o algo quiere de mí”).

4.      La solución no siempre es la solución.

Solo un 30% de las discusiones de pareja se refieren a cuestiones solucionables y específicas. El 70% restante son cuestiones  relacionadas con  el carácter de cada uno, que perduran a lo largo de la relación.

Atraparse en los problemas perpetuos y hacer una interpretación negativa de la historia de la relación es uno de los factores predictores de la ruptura.

Sin embargo, las parejas estables y felices, aun no llegando a solucionar los problemas que no son modificables, saben diferenciar qué dificultades no se pueden cambiar y adoptan una postura de legitimación del otro y protección del vínculo, que son las claves de su éxito.

 

Psicóloga en Cáceres y Salamanca. Aurora Gardeta.