En 1945 Duncker se inventó el llamado experimento de la vela. Pusieron a un grupo de participantes a resolver la siguiente tarea: con una vela, una caja de cerillas y unas chinchetas debían fijar la vela a la pared de manera que la cera al derretirse no tocase la mesa. Tras varios minutos de intentos fallidos, la mayoría conseguía averiguar la forma correcta de hacerlo: vaciar la caja de cerillas, sujetarla a la pared y poner la vela dentro de ella.
Este experimento fue utilizado años después para investigar cómo funciona la motivación por recompensas. Replicaron el experimento de la vela pero en esta ocasión dividieron al grupo. A una parte de ellos le dijeron que los que solucionasen el problema de manera más rápida recibirían un incentivo económico, mientras que a la otra parte del grupo no se le dio esta información. ¿Qué dirían que sucedió?
En contra de lo que aparentemente pudiese parecer, el grupo del incentivo tuvo peores resultados. Tras la sorpresa se plantearon modificar la tarea para hacerla algo más sencilla dándoles los mismos materiales pero esta vez con una evidencia mayor: les entregaron la caja de cerillas vacía sugiriendo así parte de la respuesta. Ahí si el incentivo económico si fue determinante y funcionó como un motivador para encontrar la solución.
Frente a tal hallazgo y tras haber repetido el estudio numerosas veces a lo largo de los años concluyen que los motivadores económicos funcionan pero solo en las tareas sencillas.
Cuando las habilidades requeridas para un trabajo dependen no solo de cuestiones mecánicas o manuales, sino de habilidades complejas como la creatividad, los incentivos económicos no son los más efectivos.
Extendiendo los resultados al contexto empresarial, si para fomentar el avance de los trabajadores, los motivadores extrínsecos como el salario (más allá de que sean percibidos como justos) no funcionan bien con este tipo de tareas, ¿qué puede funcionar como motivador?
La investigación al respecto revela que la clave está en la motivación intrínseca, esto es, la que data de nosotros mismos . Y en este caso, tal y como Daniel Pink propone, para construirla es necesario fomentar tres pilares básicos: la sensación de autonomía (que tenemos capacidad para autogestionar nuestra labor), maestría (tratar de ser mejor cada día) y propósito (lograr algo que nos importa).
Psicólogos en Cáceres. Terapia online y presencial. Dra. Aurora Gardeta.
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