Una de las medidas de adaptación de la persona a su entorno viene de la capacidad para comportarse de manera apropiada frente a una situación, ejerciendo el control de los impulsos (de rabia, de agresividad o de placer) acorde con el contexto en el que estamos inmersos.
Cuando no somos capaces de tolerar el enfado, la frustración, las críticas o nos falla la capacidad para modular o demorar los momentos de placer (con la comida, la sexualidad, el alcohol, las compras o el juego) pueden aparecer problemas de ajuste con consecuencias para nosotros y para las personas que nos rodean.